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La danza: memoria y cultura en movimiento

La danza: memoria y cultura en movimiento

La danza en Colombia es más que una expresión cultural y artística, es una herramienta social que le ha dado un lugar a la manifestación de sentidos y experiencias a través del cuerpo. Texto basado en el programa ‘Danzas y fiestas en Colombia’ de Fractal. 

Nada está desconectado de su contexto. Creer que una manifestación artística no tiene nada que ver con la vida e historia de quien lo hace es tan iluso como afirmar que las tendencias y preocupaciones de una época no afectan al artista. Cualquier forma de arte está fuertemente ligada al escenario en el que surge. 

En el caso de la danza, las muestras que tienen lugar desde sus formas, ritmos y movimientos están asociadas con comprensiones culturales acerca del cuerpo, las trayectorias que dan sentido a su formación física y las lógicas que significan su presencia y su actuar. La danza es, en realidad, más que una expresión artística, un testimonio de historias que se imprimen en las corporalidades de quienes la interpretan; por esto, en un país como Colombia sus variaciones tienen que ver con las trayectorias particulares de cada región y cada población. 

La riqueza de la danza como lenguaje está en que permite comunicar a través del movimiento la experiencia; las formas y flujos que componen una muestra dancística estén alimentados por las fuerzas y los sentidos que se transmiten y se acumulan en esa dimensión física y cultural que es el cuerpo.   

Ahora, la danza como forma de arte sobrepone a la dimensión cultural un nivel técnico que se relaciona con las precisiones académicas o formales alrededor del baile; aquí se señala cómo deben moverse los cuerpos para que su práctica sea armónica, estética y coherente dentro de un tipo de danza determinado. También se contempla la importancia de la relación entre la música y el movimiento. 

En el caso de Colombia casi podría afirmarse que cada región y cada comunidad han elaborado una forma particular de hacer danza, aunque retratando de maneras propias la inmensa repercusión de un contexto compartido: el impacto de la colonización y el mestizaje en la composición de nuestra cultura. 

Lugares como el Huila y el Tolima, los Llanos Orientales y el Guaviare han construido formas de expresión dancística que recrean el impacto de la historia colombiana en la configuración regional. Así, en el caso del bambuco, la mezcla de ritmos de cuerdas y percusión responde a una hibridación entre las melodías españolas, las percusiones africanas y los relatos indígenas; en el del joropo los trajes y la significación de los movimientos recuerda escenarios de colonización como el hato y los personajes que en él se encontraban; en el del yapurutú, el carrizo o las demás danzas indígenas del Guaviare, la danza se utilizó como herramienta para proteger la cultura y las relaciones orgánicas de las comunidades del territorio ante las presiones coloniales. 

Mientras los ritmos “tradicionales” reconocen en su forma la fuerza del influjo colonial, manifestaciones más contemporáneas como la champeta reivindican la importancia de las comunidades afrodescendientes tanto en la cultura como en la historia pasada y actual de Colombia. “La champeta es el género más controversial de todos los géneros porque no empieza en el estudio, ni en la industria, ni en la firma de contratos, empieza en un picó, donde se desarrolla y donde se pega es en el picó”, afirma Luis Marín Burgos, director general de la organización Rey de Rocha. 

Tomado de: https://canaltrece.com.co/ noticias/ la-danza – memoria -y – cultura – en – movimiento/